Por Ricardo Burgos Orozco
Si nos vamos a los números oficiales, en México tenemos la fortuna de tener una inflación muy reducida con respecto a otros países de América Latina como Venezuela, Argentina, Colombia, Puerto Rico, Ecuador, Perú, Chile, El Salvador, Honduras, y Guatemala, por mencionar algunos. Según el Índice Nacional de Precios al Consumidor, dado a conocer hace unos días, la inflación general anual durante 2024 fue de 4.21 por ciento, menor a la que tuvimos en 2023, que totalizó 4.66.
Es cierto que el Instituto Nacional de Estadística y Geografía tiene expertos que manejan las cifras de manera muy especializada por lo cual es imposible refutarlas. Sin embargo, hay personas conocedoras que todos los días van al supermercado y las estadísticas no les cuadran.
Para muchas mujeres y hombres en el país que manejan la economía de su casa es cada vez más complicado llevar los productos de primera necesidad a su familia porque los números no les checan cuando se trata de comprar los productos básicos necesarios con su exiguo salario, que diario toma más distancia con respecto a las mercancías que necesitan.
La realidad para la mayoría de los mexicanos es que los productos de primera necesidad tienen más fluctuaciones en el mercado que los precios del oro o de la plata. Es así que ya deberían estar en la Bolsa de Valores el plátano, el jitomate, la cebolla, los limones, los chiles, las tortillas, la carne, el pollo, la gasolina, el gas, por mencionar algunos.
El kilo de plátano un día está a 13 pesos, otro a 9 y el siguiente llega a 30 y hasta 40 pesos. Los aumentos de otras mercancías también son continuos sin que haya una autoridad que frene eso. La Procuraduría Federal del Consumidor sólo se encarga de señalar los abusos, pero no hay una dependencia — como antes lo hacia la desaparecida Secretaría de Comercio — que detenga la andanada.
El llamado PACIC (Paquete contra la Inflación y la Carestía), firmado por el gobierno, productores, distribuidores y comerciantes, ha resultado un fracaso porque ninguna de las partes lo ha respetado. Cada quien ha jalado para donde les ha convenido sin pensar en los consumidores. El control de precios solamente se menciona en discursos, pero es una ficción.
La presidenta Claudia Sheinbaum Pardo prometió que no iba a haber gasolinazos este año, pero los incrementos de precios se dan a diario, ya no es un tiempo especial, ya sea por el alto impuesto que paga el combustible o por el abuso de los gasolineros.
Pobres de aquellas personas que no tengan seguridad social porque los precios de los medicamentos se han elevado 100, 200, 300 y hasta mil por ciento en muchos casos, sobre todo para enfermedades como diabetes, cáncer, tuberculosis, fibromialgia, brucelosis. Aliviar solo una gripe con consulta y medicinas cuesta un buen porcentaje del salario de un trabajador y es menos, claro, si acude a los establecimientos de similares.
Respeto, pero no estoy de acuerdo, con quienes manejan las estadísticas del INEGI en cuestión de precios al consumidor porque están muy alejados de la inflación real en el país. Es muy parecido a aquella vieja canción muy famosa de Chava Flores, “La Bartola”, en que la mujer tiene que hacer maravillas para los gastos de la casa con dos pesos que le deja su marido. Pura fantasía.
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