No cabe duda de que el estar cruzando el Atlántico en barco te surge la inspiración para escribir, leer, crear o construir sueños o realidades. Este viaje no es solo un cruce geográfico es un cruce de vidas y experiencias.
Me encuentro inmersa en un mosaico de culturas, historias y sueños, a mi alrededor hay personas de muchos rincones del mundo, cada uno con un relato único que contar, cada uno construyendo su propia realidad. Sentada entre tantas personas, el observarlas se convierte en un ejercicio, en donde te vas dando cuenta de la complejidad del ser humano.
A pesar de compartir el mismo espacio físico, cada ser humano parece llevar su propia burbuja invisible.
Algunos leen libros, otros ven su teléfono, más allá otros conversan, mientras otros observan en silencio como si estuvieran buscando respuestas en la inmensidad del océano.
En donde la conexión no surge por necesidad sino por casualidad.
Sin embargo, en medio de esta aparenta desconexión pequeños encuentros rompen las barreras, donde los mundos individuales se tocan, aunque sea por segundos.
Esto puede enseñarnos que no todas las relaciones deben ser duraderas para ser importantes.
A veces un desconocido se convierte en la persona que te cuenta una historia que te deja huella, el que te da un consejo en el momento adecuado, o el que te acompaña por unas horas antes de desaparecer.
Estos momentos se convierten muy valiosos y a veces muy bellos, por el hecho de que existieron justo cuando debían existir ni antes ni después, sin juzgar, sin expectativas, ni pretensiones.
Tal vez al final somos seres complejos atrapados en la convivencia: tan cerca y a la vez tan distantes.
Profa. Mayra Núñez P.
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