Redacción Marlone Serrano
La espera terminó con una exhibición para la historia. Cruz Azul se consagró campeón de la Copa de Campeones de la Concacaf tras aplastar 5-0 al Vancouver Whitecaps en el Estadio Olímpico Universitario, alcanzando así su séptimo título continental y empatando al Club América como el máximo ganador del torneo.
En una noche cargada de emoción, goles y memoria, La Máquina volvió a rugir en la escena internacional después de más de una década de ausencia en la cima. El equipo dirigido por Vicente Sánchez —quien podría haber dirigido su último partido como técnico celeste— se impuso con autoridad ante un rival que jamás encontró respuesta al vendaval ofensivo cementero.
Desde el silbatazo inicial, Cruz Azul mostró su intención. Al minuto 8, Ignacio Rivero abrió el marcador y encendió al graderío. El impulso fue total: Faravelli al 28’, Sepúlveda al 37’ y Bogusz justo antes del descanso sellaron una primera mitad de ensueño. Ya en el complemento, Sepúlveda marcó su segundo gol al 50’ y firmó la sentencia definitiva. Fue una goleada histórica que quedó tatuada en la memoria de los aficionados.
Pero más allá del resultado, Cruz Azul ofreció una lección de identidad y comunión con su gente. Cada jugada era festejada, cada barrida ovacionada. La tribuna celeste vibró como hacía años no lo hacía.
Vicente Sánchez, quien llegó como emergente tras la sorpresiva salida de Martín Anselmi, cerró su ciclo —si es que se va— con broche de oro. De rodillas, agradeciendo en el césped tras el silbatazo final, el uruguayo fue ovacionado como un héroe.
Con esta victoria, Cruz Azul renueva la esperanza de su afición y vuelve a escribir su nombre en letras doradas en el futbol del continente. Los fantasmas, por ahora, parecen disipados. La Máquina, una vez más, es campeona.
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