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tomando foto

Por Deborah Buiza

Siempre me ha gustado la fotografía. Cuando era pequeña, mi abuela materna me regaló una cámara que ya no servía, solo para que jugara con ella, y yo me sentía como Mafafa Mosquito imaginando que tomaba fotos. Con el tiempo pude comprarme una cámara funcional, pero me frustraba un poco que, al ser de rollo, tenía que pensar muy bien qué quería fotografiar para no desperdiciar la toma. Luego venía el tema del revelado… otro rollo, literalmente. 

Pasó más tiempo y cambié esa cámara por una digital. Amaba tomar fotografías y ya no tenía la limitación del rollo. Podía disparar cuanto quisiera. 

No recuerdo bien cuándo sucedió, pero un día dejé de usar aquella pequeña cámara digital. Quedó arrumbada en un cajón, olvidada. No había pensado en ella en mucho tiempo. 

La verdad es que, con la facilidad de los teléfonos celulares y sus cámaras integradas, ahora es mucho más sencillo tomar infinidad de fotos, revisarlas al momento, repetirlas si hace falta, editarlas al instante y compartirlas segundos después. Para alguien como yo —que no es profesional, pero ama tomar fotos— es una maravilla. 

Una mañana desperté pensando en mi pequeña cámara y me di a la tarea de buscarla. Al revisarla, aún tenía la memoria puesta. Tuve que salir a comprar un lector de tarjetas para ver el contenido. Hacía tanto que no la usaba… Las últimas fotos registradas eran de 2013: las fotos de mi primer bebé. 

¡Qué nostalgia! 

Cargué la pila y salí con mi pequeña cámara, dispuesta a sacudirle el polvo, a reencontrarnos y a correr nuevas aventuras. Pero al intentar tomar fotos (como lo hago con el celular), me di cuenta de que mi mente ya no está cómoda yendo despacio. Ya no estoy habituada a hacer las cosas como antes. 

¿Te has dado cuenta de lo rápido que vamos? 

Y no digo que esté mal. Pero hay una gran diferencia entre cómo hacíamos las cosas antes y cómo las hacemos ahora. Ya lo había notado, sí, pero esto de volver a usar mi vieja cámara me lo hizo aún más evidente. 

Estamos a la distancia de un WhatsApp. Podemos comer sopas que se hacen en cinco minutos. En segundos hacemos transacciones comerciales… o incluso vínculos personales. ¿Qué nos deja esta inmediatez tecnológica? 

Algunas de las fotografías que encontré en esa vieja memoria las compartí con personas queridas. Para mí, la foto es una gran herramienta de preservación: de la memoria, de los vínculos, de la existencia misma. Una forma de decir: “Esto pasó. Yo estuve ahí.” 

Y a ti, ¿qué cosas que antes hacías de una manera, hoy haces distinto gracias a la tecnología… y ni cuenta te diste? 

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